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Luces y nubarrones en la cultura de Colombia

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Luces y nubarrones en la cultura de Colombia

Tres de los grandes resultados colombianos en cultura durante el 2016 se obtuvieron en lectura. El promedio de la prueba Saber 11 subió en lectura crítica, especialmente movido por los estudiantes de los colegios oficiales. Eso significa que los jóvenes que están terminando su bachillerato son capaces de hacer una lectura analítica, reflexiva y activa. Una magnífica noticia.

En las más recientes mediciones de las Pruebas Pisa, nuevamente la lectura obtuvo el mejor puntaje comparado con el del 2014 y va subiendo en el escalafón de los países. Y finalmente, en la Encuesta de Consumo Cultural que acaba de publicar el Dane (2016), el número de libros leídos por persona subió levemente, lo que en el lenguaje de Pambelé significaría un logro: es mejor subir que bajar. Porque como se verá más adelante, toda subida se agradece, porque la tendencia nacional ha sido descender en picada, sobre todo por el tobogán que mostraron los mismos estudios especializados del Dane, entre el 2000 y el 2005. En ese periodo la lectura de libros se desplomó un 30 por ciento, la de periódicos y revistas subió un punto y la única lectura que creció fue la lectura en internet.

Sin embargo, la encuesta publicada en diciembre del 2016 confirma que el 75,7 % de las personas de 12 o más años leyeron por gusto; el 33,7 %, por exigencia de estudio y el 33,5 %, por desarrollo personal. Lo que supone que el placer está siendo el motor de la lectura y por mucho supera a la lectura por deber.

La otra cara de la lectura es la disminución entre el 2014 y el 2016 del acceso de los colombianos a las bibliotecas. A pesar de los loables esfuerzos que se está haciendo en la creación de bibliotecas, formación de bibliotecarios y mejoramiento de su dotación, solo un 19,6 % de los colombianos de 12 y más años fueron a una biblioteca.Un porcentaje 1,7 menor que el que se encontró hace dos años en la misma encuesta. 40,4 % de los jóvenes van a bibliotecas estimulados sobre todo por la necesidad de hacer tareas. El 20,4 % asiste a bibliotecas varias veces en la semana y el 24,8 %, una vez a la semana. El desinterés y la falta de tiempo son los dos principales motivos de no asistencia a bibliotecas en Colombia.

(Le puede interesar: los colombianos leen poco, prestado y regalado)

Otros modos de lectura

Las tres cifras son verdaderamente alentadoras. Ahora hay que buscar las causas del ascenso, que a veces son más difíciles de descubrir –sobre todo en el país de los pesimistas– que las del crecimiento. Pero seguramente tienen que ver con los esfuerzos sostenidos de la política pública realizados por el Ministerio y las secretarías de Cultura, la alianza con el Ministerio de Educación que es definitiva, el trabajo de las redes de bibliotecas públicas y escolares, la formación de mediadores de lectura, la dotación masiva de libros y el desarrollo de internet.

Porque aunque algunos piensen que el enemigo es la web, el país se ha llenado de nuevos comportamientos y modos de lectura por la aparición de internet, los teléfonos móviles y el auge de los computadores fijos y portátiles. No es una simple elucubración, sino una constatación empírica evidente. Según la Encuesta de Consumo Cultural del Dane, el 90,7 % de colombianos y colombianas de 12 años y más leyeron en cualquier formato o soporte. Un 10,8 más que en el 2014. Dentro de los que más leyeron a través de internet están los más jóvenes, los más educados, los de niveles económicos más altos y los hombres más que las mujeres.

Pero lo que llama la atención es el nivel tan alto de crecimiento entre el 2014 y el 2016. En términos cuantitativos esto significa que una política de aumento del número de libros leídos por persona crecerá muy lentamente, mientras que la lectura en otros soportes subirá exponencialmente como espuma. La evaluación del programa ‘Leer es mi cuento’ mostró claramente que el programa no está generando nuevos lectores. Porque esos nuevos lectores están haciendo ‘pulgarcita’ (como llamó Michel Serres al fenómeno) en sus smartphones. (Además: La importancia de la lectura en el aprendizaje)

Los que suben y los que bajan

Para quienes hablan de la era de la posverdad y el aumento descarado de las mentiras en la elección de Trump o en el referendo del acuerdo con las Farc, les caerían como anillo al dedo los datos del Dane. Del total de colombianos de 12 años y más que saben leer y escribir, el 66,3 % leyó en redes sociales. Un 9,1 % más que en el 2014, lo que en términos estadísticos es una barbaridad. El 68 % leyó en celular; 44,9 %, en computador fijo o móvil; 9,8 %, en tableta y 1,5 %, en lector de libros. No son el nirvana ni los libros interactivos, ni los Kindles y sus familiares, ni por supuesto los periódicos y las revistas, pero sí los celulares y los computadores. Por lo menos hasta ahora.

Hay otros signos muy interesantes en el consumo cultural de los colombianos. Uno grande y esperanzador es el descenso, por primera vez en la historia reciente, del consumo de televisión abierta. La gente está viendo televisión a través de alternativas como televisión online, satelital, autoprogramada y con menú propio. Atrás van a quedar los tiempos en que la programación era decidida desde los canales.

Los porcentajes de audiencia de televisión permanecieron incólumes a través de por lo menos 40 años, pero esta es la primera vez en que descienden en las estadísticas nacionales. Ya se empieza a sentir un desmoronamiento de la torta publicitaria a la que ingresan nuevos comensales como los medios digitales.

Pero el mundo audiovisual está movido. El consumo de cine creció un 6,4 % con relación al 2014, probablemente jalonado por el aumento de su consumo a través del comercio informal, los servicios en línea como Netflix, y en general el uso del computador. Del 66,9 % que usó internet, buscar, descargar o ver películas en línea, fue el único comportamiento que subió, nada menos que un 9,2 % con relación al 2014, una cifra suficiente para poner a temblar a los distribuidores de siempre.

Pero igual que en el dicho popular, ‘mientras unos ascienden como palmas otros bajan como cocos’. Entre las manifestaciones culturales que ascienden están el teatro, la ópera y la danza así sea un punto y entre las que bajan están la radio, las fiestas populares, la visita a bibliotecas y a museos, las ferias y las exposiciones artesanales.

Mientras que la música grabada cae en picada, o mejor sigue en picada, en todas las edades se mantiene intacto el porcentaje de colombianos y colombianas que asisten a conciertos, musicales, presentaciones de música en espacios abiertos o cerrados en vivo. Todos los esfuerzos que se hagan, desde las instituciones públicas o las empresas privadas, caerán en un terreno fértil.

Lo que ya es una tendencia consolidada, es la comprobación del crecimiento de internet y el consiguiente incremento del consumo cultural a través de una creciente oferta de tecnologías. Todas las encuestas ratifican unánimemente este ascenso que significa varias cosas: por una parte la transformación del mobiliario cultural de los colombianos con una cada vez mayor presencia de los artefactos tecnológicos, la aparición de prácticas culturales que muestran las relaciones que la gente está estableciendo con esos soportes, la necesidad de crear contenidos locales y formar capacidades digitales, la reubicación o reajuste de las expresiones culturales tradicionales como la producción de libros, la modificación de los modos de acceso y disfrute de la música, la renovación del espectáculo, pero también la portabilidad cultural, el replanteamiento a fondo de bibliotecas y museos, la importancia de las fiestas y el fortalecimiento del consumo interno del arte y la cultura.

Sin embargo en internet existen sombras: aún persisten grandes diferencias de acceso entre los pequeños municipios y las ciudades, o entre los pobres y los ricos, entre los jóvenes y los adultos. El ser nativo digital no garantiza un uso creativo de la red, y los contenidos locales son apabullantemente menores. Así como hay joyas también se puede naufragar en medio de basura, argumentos de odio y mentiras.

Como lo demostró en su momento el Diagnóstico cultural de Colombia, realizado por el Ministerio de Cultura en el 2013, las fiestas son la expresión más extendida y popular del país. Lo que significa la existencia de un patrimonio cultural vivo de enorme importancia y potencial que une a la vez música y baile, cocinas, imaginería, artesanías y economía local.

Quienes se sumerjan en los datos más específicos de la encuesta, se encontrarán con verdaderas perlas. Por ejemplo sobre el consumo cultural de los niños y niñas colombianos entre 5 y 11 años, la asistencia a títeres o cuenteros, la visita a parques, reservas naturales o zoológicos, la participación en circos y en parques temáticos o de diversiones son sus principales actividades. Que un alto porcentaje leen o les leen libros, que ven mucha televisión y escuchan muy poca radio, que los llevan poco a los museos, que tienen bajos niveles de educación artística y que cuando utilizan internet lo hacen para descargar música y videojuegos.

Lo que se juega en estos cambios no es el futuro de las artes sino de algún modo el futuro del país: lo que identifica hoy a los niños, niñas y jóvenes, la incidencia de la cultura en la convivencia social, las posibilidades reales de creación y de imaginación y las zonas del encuentro vivo de la diversidad de los habitantes de este país que merece ser plural.

 


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Fecha de publicación 03/04/2017
Última modificación 03/04/2017
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